ESPECIAL YOM HASHOÁ VEHAGVURÁ - De repente, sin que los augures supieran leer los signos evidentes que los cielos les enviaban, el continente de la luz, la cuna de las ideas libertarias, el terreno abonado para florecer se marchitó, las tinieblas se apoderaron del futuro y los hogares se transformaron en jaulas. Las plagas se cebaron en los fieles. Fueran cuales fueran sus actos, no valían: su ser, su estar, el pasado y el presente les condenaban por el hecho de existir. Era la hecatombe, la debacle, el diluvio que sumergió la razón, la tempestad que arrasó los refugios, el estampido de la barbarie uniformada, la lengua del inframundo, el todo quemado, el holocausto. ¿Quién lo vio?, ¿quién pudo creer lo que sus ojos contaban?
¿Quién elevó sus despojos hacia la dignidad? ¿Quién retiró su mejilla después de descarnarse la otra? ¿Quién se movió en la noche buscando un nuevo sol? ¿Quién renunció a ser víctima, quién golpeó con el espejo del terror la faz del encumbrado sobre los dóciles? Alguien dijo no a morir como corderos. Alguien dijo basta. Alguien dejó de ser para seguir siendo, para que otros sigan siendo, estando, existiendo, creciendo, aprendiendo el mundo, llenando sus ojos de miradas. Para que alguien recuerde y haga recordar los recuerdos de otros. Para ellos
Capítulo 1: El final del futuro
20 de enero de 1942, Wannsee, cerca de Berlín. En hora y media 15 altos oficiales y líderes del gobierno alemán despachan las líneas maestras logísticas para la “Solución Final”, nombre en clave para el asesinato en masa, deliberado y planificado, de todos los judíos europeos. El objetivo: exterminar unos 11 millones de “piezas” (en la nomenclatura nazi) de más de veinte países.
Meses antes, los Einsatzgruppen, unidades especiales formadas por personal de las SS (la guardia de élite del estado nazi) y personal de la policía, aniquilaron cientos de miles de judíos en fusilamientos masivos en el territorio ocupado de la Unión Soviética. Semanas antes en Chelmno, Polonia, las SS y la policía usaron camionetas cerradas en las que introducían monóxido de carbono para asfixiar a sus víctimas. Pero había que idear un método más eficaz: campos de exterminio, fábricas de muerte a gran escala. En sólo un año en ellos se aniquilaron cerca de cuatro millones de judíos. Y seguirían haciéndolo mientras el mundo miraba hacia otro lado, hasta que la entrada de los soldados aliados en los propios campos les obligara a ser testigos directos del horror.
El premio Nobel de la Paz y superviviente del Holocausto Elie Wiesel escribió:
Aunque no todas las víctimas eran judíos, todos los judíos eran víctimas. Los judíos estaban destinados a su eliminación por el solo hecho de haber nacido judíos. Estaban condenados no por haber hecho, proclamado o adquirido algo, sino por ser quienes eran, hijos e hijas de judíos, y por ello fueron sentenciados a muerte colectiva e individualmente.
Enero de 1933: Alemania se enfrenta a una gravísima crisis política y económica. El sistema multipartidista del país había otorgado meses antes, con una mayoría de sólo el 33% de los votos, el liderazgo al Partido de los Trabajadores Alemanes, la derecha nacionalsocialista o nazi, dirigida por Adolf Hitler. El anciano presidente von Hindenburg se ve obligado a nombrarle canciller, el más alto cargo ejecutivo. Nada más hacerse cargo, invoca cláusulas de emergencia para la suspensión de las libertades individuales de prensa, expresión y asamblea. Las fuerzas especiales de seguridad -la Gestapo, las SA y las SS- asesinan o arrestan a los líderes de la oposición. Libre de obstáculos, el congreso alemán otorga a Hitler poderes dictatoriales.
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